Turó Parc
Barcelona es una de las ciudades más lluviosas del planeta, con precipitaciones dos o tres días al mes. Por eso es todavía más incomprensible que siempre deje olvidado mi paraguas en el apartamento, y deba caminar como un gato enganchado a las fachadas o resguardarme bajo la marquesina del cine Bosque hasta que amaine el temporal.
Esta semana el aguacero me ha cogido desprevenido tres anocheceres seguidos en el Turó Parc. En las noches tempestuosos a nadie se le ocurre pasear por el terreno embarrado de un parque -exceptuándome a mí-, y por eso es más fácil sorprender a los fantasmas del pasado que salen de sus escondites para sentir nostalgia.
El lunes, parapetado tras una encina recortada, pude ver a dos bellas señoritas caminando al resguardo de sus umbrellas del brazo de un par de distinguidos caballeros que se atusaban los bigotes engominados. Comentaban, entre risas, la reciente apertura del aeropuerto de La Volatería (el actual Prat): "Lo llaman así por las maquinas voladoras y también por las granjas de gallinas existentes en la zona", dijo uno de los mocitos, haciéndose el gracioso. El martes, detrás de un tilo, vi como el encargado de la función de marionetas guardaba sus muñecos anticuados bajo el abrigo para que no se constiparan con la lluvia. Hoy he espiado al capitán de la aeronave. El pobre aguardaba bajo su visera de tela el fin de la tormenta para prender el combustible y saltar al trapecio.
Hace ochenta años, el Turó Parc era extraordinariamente más extenso que ahora y de propiedad privada. Ocupaba los confines de la ciudad y muchos barceloneses acudían allí para pasar sus tardes de domingo. Aplaudían el teatrillo de marionetas. Cabalgaban en las montañas rusas -de pago- o en los columpios -gratuitos. Escuchaban los conciertos de la banda de música. Patinaban en la pista. O contemplaban el despegue del artefacto volador.
Moisès Broggi recrea la época en Memòries d'un cirurgià: "Una de las atracciones más atractivas era la elevación de un globo aerostático que llevaba un trapecio en el que se subía una persona. Esto constituía una ceremonia que se celebraba las tardes de aquellos días de fiesta, en los que el tiempo lo permitía, en una gran explanada, en la que se reunía mucha gente para contemplar cómo el globo se iba inflando por el humo y el aire caliente procedentes de un gran fogón sobre el que estaba situado. Alrededor del globo unos hombres sostenían las cuerdas para que no despegara hasta el momento en que la tensión fuera suficiente y el capitán diera la orden "¡suelten todos!"; en ese momento lo soltaban y el globo se elevaba majestuosamente. Entonces, el capitán daba una corta carrera y se agarraba al trapecio en el momento en que, después de arrastrarse por el suelo, empezaba a elevarse y se levantaba junto con el globo, de forma que quedaba colgado, agarrado por las manos. Cuando se había elevado un poco, tenía que hacer una pirueta para quedarse sentado en la barra del trapecio, momento en que se quitaba la gorra y saludaba a la multitud".
Broggi escribió: "Casi todo el mundo creía que aquel parque, que presentaba tan buenas condiciones, acabaría siendo municipal, dada la gran importancia que tienen los espacios verdes y de ocio en las grandes ciudades, y más en Barcelona, en donde no abundaban. Pero no fue así; aquellos municipios de entonces no supieron aprovechar la ocasión y aquel parque magnífico acabó convirtiéndose en calles y edificios y tan sólo sobrevivieron el pequeño parque vecinal dedicado al poeta Eduard Marquina, los espacios de Piscinas y Deportes y el dedicado al campo del Espanyol, actualmente en proceso de desaparición, tal como ha ocurrido en casi todas las zonas ajardinadas de la ciudad. Todo ello es una muestra de cómo los mejores proyectos e intenciones sucumben frente a la especulación".
Ahora sólo queda el Turó Parc (los jardines dedicados al poeta Marquina) que conocí cuando llegué a Barcelona. Con sus escasas 2,88 hectáreas que adoro. Con su pradera de tilos. Con su estanque ovalado con nenúfares y rodeado de plataneros. Con su calma entre el caos. Allí me mojo observando los fantasmas que lo crearon, mientras les doy las gracias en silencio para no espantarles.
Esta semana el aguacero me ha cogido desprevenido tres anocheceres seguidos en el Turó Parc. En las noches tempestuosos a nadie se le ocurre pasear por el terreno embarrado de un parque -exceptuándome a mí-, y por eso es más fácil sorprender a los fantasmas del pasado que salen de sus escondites para sentir nostalgia.
El lunes, parapetado tras una encina recortada, pude ver a dos bellas señoritas caminando al resguardo de sus umbrellas del brazo de un par de distinguidos caballeros que se atusaban los bigotes engominados. Comentaban, entre risas, la reciente apertura del aeropuerto de La Volatería (el actual Prat): "Lo llaman así por las maquinas voladoras y también por las granjas de gallinas existentes en la zona", dijo uno de los mocitos, haciéndose el gracioso. El martes, detrás de un tilo, vi como el encargado de la función de marionetas guardaba sus muñecos anticuados bajo el abrigo para que no se constiparan con la lluvia. Hoy he espiado al capitán de la aeronave. El pobre aguardaba bajo su visera de tela el fin de la tormenta para prender el combustible y saltar al trapecio.
Hace ochenta años, el Turó Parc era extraordinariamente más extenso que ahora y de propiedad privada. Ocupaba los confines de la ciudad y muchos barceloneses acudían allí para pasar sus tardes de domingo. Aplaudían el teatrillo de marionetas. Cabalgaban en las montañas rusas -de pago- o en los columpios -gratuitos. Escuchaban los conciertos de la banda de música. Patinaban en la pista. O contemplaban el despegue del artefacto volador.
Moisès Broggi recrea la época en Memòries d'un cirurgià: "Una de las atracciones más atractivas era la elevación de un globo aerostático que llevaba un trapecio en el que se subía una persona. Esto constituía una ceremonia que se celebraba las tardes de aquellos días de fiesta, en los que el tiempo lo permitía, en una gran explanada, en la que se reunía mucha gente para contemplar cómo el globo se iba inflando por el humo y el aire caliente procedentes de un gran fogón sobre el que estaba situado. Alrededor del globo unos hombres sostenían las cuerdas para que no despegara hasta el momento en que la tensión fuera suficiente y el capitán diera la orden "¡suelten todos!"; en ese momento lo soltaban y el globo se elevaba majestuosamente. Entonces, el capitán daba una corta carrera y se agarraba al trapecio en el momento en que, después de arrastrarse por el suelo, empezaba a elevarse y se levantaba junto con el globo, de forma que quedaba colgado, agarrado por las manos. Cuando se había elevado un poco, tenía que hacer una pirueta para quedarse sentado en la barra del trapecio, momento en que se quitaba la gorra y saludaba a la multitud".
Broggi escribió: "Casi todo el mundo creía que aquel parque, que presentaba tan buenas condiciones, acabaría siendo municipal, dada la gran importancia que tienen los espacios verdes y de ocio en las grandes ciudades, y más en Barcelona, en donde no abundaban. Pero no fue así; aquellos municipios de entonces no supieron aprovechar la ocasión y aquel parque magnífico acabó convirtiéndose en calles y edificios y tan sólo sobrevivieron el pequeño parque vecinal dedicado al poeta Eduard Marquina, los espacios de Piscinas y Deportes y el dedicado al campo del Espanyol, actualmente en proceso de desaparición, tal como ha ocurrido en casi todas las zonas ajardinadas de la ciudad. Todo ello es una muestra de cómo los mejores proyectos e intenciones sucumben frente a la especulación".
Ahora sólo queda el Turó Parc (los jardines dedicados al poeta Marquina) que conocí cuando llegué a Barcelona. Con sus escasas 2,88 hectáreas que adoro. Con su pradera de tilos. Con su estanque ovalado con nenúfares y rodeado de plataneros. Con su calma entre el caos. Allí me mojo observando los fantasmas que lo crearon, mientras les doy las gracias en silencio para no espantarles.
13 Comments:
Viví 20 años a 10 manzanas del parque, y aún no lo he pisado.
Tendré que ir.
Leí a El paseante y fui al Turoparc, era inevitable.
Deberíamos llamar al druida Panorámix, para que confeccione las famosas semillas (ver "la residencia de los Dioses")que hacían crecer árboles instantáneos en las urbanizaciones Romanas que estos pretendían construir al lado del pueblo Galo :D
Mientras le encontramos y a falta de umbrellas habrá que contentarse con cantar por las calles eso de "singing in the rain
=) bonito post.
hay cositas en mi blog esperando para seren arregaldas xD
Un beso ;*
Lleva paraguas cuando lo visites Katrin o acabarás resfriada.
¿Viste las carreras de perros en el prado Nadia? Gracias por entrar.
Atikus, esa película es ideal para combatir los estados de tristeza.
Gracias Thaís. Ya me contarás las cositas del blog que quieres arreglar cuando regrese de estas mini vacaciones. Un beso.
Tu blog es perfecto para dar largos paseos por el.
S
Bonsoir, Paseante. Entre cotons i boires, okupada per una grip sense febre, llegeixo el teu post i recordo que tots els diumenges de Rams anàvem a beneïr palmes i palmons al Turó Parc. Els meus germans, i jo més tard quan vaig renunciar a la palma, picàvem els palmons en una mena de catarsi pagana que preocupava el meu pare (tan "comme il faut" ell), i en fèiem "escombra", deixant-lo del tot esfilagarsat. Encara tinc una filmació del meu avi on es veuen tots els nens del parc picant els seus palmons amb totes les seves forces sota un sol primaveral.
Coneixia el Turó Parc, llegeixo el Paseante i, indefectiblement, hi tornaré.
Me gusta que te guste, muchas gracias por tus palabras.De momento prefiero que permanezca así, estás invitado a pasear por el cuando gustes.
Bona nit, un petó.
S
L'última vegada que hi vaig anar estava tancat, quina decepció. Hi tinc una visita pendent!
I no li facis tanta publicitat al Turó... aviat estarà massa concorregut.
Y pensar que cuando bajo la calle Calvet siempre lo hago al galope...Si , probablemente hay infinidad de rincones que la cotidianidad no nos deja ver o apreciar en su justa medida.A veces , nosotros mismos nos predestinamos a ignorar lo que se nos da generosamente y a valorar las cosas ,sólo bajo el prisma de su ausencia.La próxima vez me tiraré de las riendas , y desviaré el paso , estoy segura que el tiempo allí a veces se detiene.
Gracias Fugaz. Y abre tu blog para que lo pueda leer todo el mundo, que es chulo.
Violette, una grip sense febre no és massa greu. Gràcies per aquesta imatge teva del Turó Parc. És maca.
Veí, si veus un tipus avorrit de la vida, sóc jo (quan tornis al Turó).
També estava tancat el Mercadona Alatrencada, tenim deutes pendents. Cuida't molt.
El Turó Parc está a un minuto de Calvet con Madrazo MK. No circules tan deprisa y tómate un respiro en el parque. Si quieres.
Un dia que pugi a Bcn a veure si m'hi puc perdre per aquests paisatges...
Una abraçada!
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