Josefina en el tren
No recuerdo haber regresado a Barcelona con tanto daño en mi ánimo. Otra vez fue peor, pero sólo entonces.
El sábado amenazó tormenta toda la mañana. Cayeron cuatro gotas. Pero no se desató el mal tiempo y la carreta siguió avanzando entre los frutales. A media mañana los africanos me llamaron a su lado para que les explicara qué extraño animal corría entre las ramas. Era una mezcla de rata y ardilla de lomo pardo y barriga blanca, con las orejas en punta. Incluso bajó del tractor el propietario de la finca para perseguir el animal con su mirada sabia, aunque ya había escapado: "Potser era un gat salvatge, quan era jove n'hi havia". No era un felino, era un roedor.
El domingo amenazó buen tiempo toda la mañana. Salieron cuatro rayos de sol. Pero se desató la tormenta en el almuerzo de la granja de los caballos. Me enfadé con ellos -básicamente con mi madre- y se enfadaron conmigo -básicamente mi madre. Con otra persona me daría igual, pero ella es la señora Sofía. Me parió y no entendí esa dureza en su ataque. Costará pasar página. Cuando ocurren esas cosas nadie sabe quién tiene razón, aunque todos creemos tenerla. Al menos mi discurso de defensa fue sólido e hizo pensar (creo). Pero regresaba a Barcelona en el tren de la tarde solo, con tres horas para rumiar excesivamente en todo eso.
No me gustan esas situaciones. Mirar el paisaje por la ventanilla ayuda a olvidar esas luchas inútiles. Cuando acabaron los trigales y los campos de alfalfa, y comenzaban los paisajes boscosos, una mujer se montó al convoy en Manresa. Como siempre me disgusta que me pregunten si mi asiento contiguo está vacío. Entonces abro el periódico. Se sentó y fue discreta al principio. Hasta que cerré las páginas de El País, y ella me preguntó si podía hacerle un favor. Era simple: explicarle cuándo llegábamos a plaza Catalunya porque su mirada alcanzaba pocos metros de agudeza. Decirle que sí -como hice- fue entrar en su universo, así que no podia quejarme de que me contara que su hija era profesora interina en Malgrat de Mar y que debía desplazarse una hora y media cada mañana hacia su trabajo desde Barcelona, cuando había un compañero suyo que se desplazaba una hora y media de Malgrat a la ciudad de Gaudí. "Coses de les institucions". Me contó que le habían ocupado un piso a la fuerza -derribando la puerta- y sus trabajos legales para recuperarlo, que sus calles habían cambiado por la inmigración. Me habló que cerca de su viejo domicilio se había instalado un historiador de la obra del filósofo Jujol, y que la saludaba a menudo por la calle. A pesar de su media ceguera, era una mujer que seguía leyendo y aprediendo. Me preguntó de dónde venía. Le dije que de la tierra de la niebla, y que llevaba tres horas en el convoy. Entonces me obligó a pasear entre los asientos para que no me atacara la enfermedad del turista. Esa embolia en las piernas.
Cuando me cansé de pasear y de que la gente me observara de manera extraña, le confesé que hacía años que no visitaba su plaza de Sant Just. La última vez fue para ver una película al aire libre con Ana. Eran las fiestas de primavera de ese barrio y proyectaban Despertando a Ned. Recuerdo que me reí con ganas con la señorita venezolana. Josefina, mi compañera de viaje de esta tarde también estuvo allí, en una de esas sillas plegables y duras para la espalda viendo a duras penas el filme, pero participando en las fiestas de su lugar en el mundo. Me preguntó: "On és la veneçolana". Le respondí que muy lejos.
La anciana me despidió con un apretón de manos en el andén de plaza Catalunya, tras asegurarme que no hacía falta que la acompañara al metro. Antes me obligó a anotar su dirección, por si quería visitarla una tarde de este invierno (no tenía móvil, ni email). Y compartir esa misma compañía del tren, en su plaza gótica.
6 Comments:
No deja de ser siempre soprendente y curioso, entrañable, cuando ocurre, y ni es tan grave ni hay nada de malo en hablar con desconocidos, pero eso no quita que me moleste que el prójimo nunca desaproveche la ocasión de intimar cuando estás a tiro. Que parece un derecho adquirido: te ven solo o sola y eso implica que te eriges inmediatamente en confesor, te apetezca o no. Vienen al rescate, pobre de tí, a darte charla y hacerte compañía, y de paso vacían su papelera sobre tu cabeza.
Viajo a menudo y casi siempre sola. Eso y mi aspecto inofensivo - a pesar que intento imprimir a mi expresión cierta fiereza hostil - me hace una presa fácil para diversas proporciones de confidencias y charla vacua de compañeros de asiento. Incluso cuando tengo sueño y deseo dormir. además (maldita empatía) cuando me cuentan me preocupan, despiertan mi compasión o mi simpatía, me indignan o me asustan. Luego se levantan y se van y ahí te quedas tú con tu dosis de socialización diaria, sintiéndote como un vertedero.
Tengo que buscar una manera que no sea extremadamente borde (y que me permita conciliar el sueño después) de cortar esas situaciones en cuando germinan , porque, francamente, me rompen la burbuja.
Xurri, por lo poco que os conozco a ti i al paseante, vuestra burbuja es frágil... Me quedo fumando y "rumiando" si existe algún método para aseguraros vuestro deseado aislamiento en vuestros recorridos...
(de sistemas para quitarme de encima a vendedores de a pie o de a teléfono tengo muchos pero no sirven para un compañero de viaje impuesto).
Em sap greu la tempesta familiar. Amb les persones que estimem les paraules poden ser terriblement doloroses.
Sort que la sra. del tren et va fer distreure. El nostre àngel de la guarda sempre apareix camuflat en qui menys ho esperem ;-)
Un petonet
Pseante, el animal ese era un topillo. Cuidadín que se comen los melocotones y las manzanas granny smith.
Pegas la hebra con cualquiera, Cualquier día te van a violar.
Eso de la Plana del Bages es una niebla light Marta. Vete más al oeste y verás (mejor dicho: no verás) :-)
Tú y yo seríamos buenos vecinos de viaje Xurri. Compartiendo asiento, pero cada uno a lo suyo, sin cruzar miradas. Eres la compañera de trayecto ideal. Lo digo sin coña eh?
Gemma, si quieres sacarte de encima a los vendedores por teléfono les hablas en catalán y verás que rápido desisten. "És que no accepto promocions per telèfon, a més estic fent el dinar i miri vostè, no tinc temps...".
La senyora del tren tenia les seves històries per explicar, les seves ganes de contactar amb algú... La veritat és que em va treure de les meves cabòries i em va fer sentir millor. Un petonet Alatrencada.
Jaja, me encanta ese vocabulario tuyo... se llama grunge? Pegar la hebra. Qué frases tienes Ilse!
Por cierto Ilse: ¿Qué sabrás tú de topillos si has nacido en el forro, aunque quieres venderme la moto de que eres de campo?
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