Musicales
A partir de mañana comienzan a alargarse los días y a acortarse las noches. Los meses de tinieblas me entristecen tanto el ánimo que necesito estimulantes. Uno de los mejores es contemplar un musical.
En cine recuerdo la inyección de energía que me proporcionó All That Jazz (1979), de Bob Fosse, con el coreógrafo Joe Gideon (Roy Scheider) gritando -con el cigarrillo entre los labios- al levantarse cada mañana de la cama y mirarse al espejo: "Comienza el espectáculo". La de Guys and dolls (1955) de Joseph L. Mankiewicz. La de Cantando bajo la lluvia (1952) de Stanley Donen y Gene Kelly. Especialmente la de Moulin Rouge (2001) de Baz Luhrman. (Nicole Kidman y Ewan McGregor llevan cinco años cantando en mi cerebro.)
En teatro, me animó acudir a El Mikado (1986) de Dagoll Dagom, o a Chicago (1996) de Coco Comin. Desde entonces no había asistido a un musical en directo.
El domingo pasado, la bruja japonesa Katisha me convidó a su función en una ciudad a medio camino de la tierra de la niebla. Debí ejercer de Supermán para llegar a tiempo a la estación de trenes y montarme en el último convoy. A través de la ventanilla descubrí poblaciones desconocidas, con urbanizaciones recientes agarradas al paisaje y patos pavoneándose en los ríos. Era bucólico.
Llegué con una hora de adelanto, y recibí en el teatro el sobre con la invitación. Fila 10, butaca 6. El mejor sitio y de manera gratuita. Para gastar el tiempo, caminé por las calles magníficas adornadas de Navidad y con los comercios abiertos en jornada festiva. En una tienda, vi una bufanda naranja -como su cabello irlandés- y la robé para regalársela al terminar el espectáculo.
Me senté al lado de una chica que asistía a la sala en soledad como yo, y abrí unos ojos como dianas para disfrutar de Katisha, Yum-Yum, Nanki Poo, Ko-ko... de sus voces magníficas en el musical oriental creado hace 120 años. El nuevo El Mikado, de Dagoll Dagom, vale mucho la pena. Lo vi hace tiempo en otra versión, con otros intérpretes. Y lo he revisitado ahora que lo interpreta gente fresca, nueva, que va a dar que hablar próximamente. Explicaré en el futuro que regresé a Barcelona con ellos en el carromato de la compañía una noche de diciembre de 2006. Era el único occidental entra tantos japoneses en quimonos de colores.
Ahora camino como Ko-ko. Expando lateralmente las piernas a derecha e izquierda, de viaje a la compra del pan. Y adiestro al señor Gris para conseguir lo mismo, pero a cuatro patas. Los musicales mejoran el ánimo, como deberían afirmar todos los manuales de psicoanálisis.
Siempre la llamo mocosa porque es joven. Pero va a comerse el mundo. Al menos, lo intentará. Es una gran artista. Una Katisha genial.
Gràcies per tot plegat.
En cine recuerdo la inyección de energía que me proporcionó All That Jazz (1979), de Bob Fosse, con el coreógrafo Joe Gideon (Roy Scheider) gritando -con el cigarrillo entre los labios- al levantarse cada mañana de la cama y mirarse al espejo: "Comienza el espectáculo". La de Guys and dolls (1955) de Joseph L. Mankiewicz. La de Cantando bajo la lluvia (1952) de Stanley Donen y Gene Kelly. Especialmente la de Moulin Rouge (2001) de Baz Luhrman. (Nicole Kidman y Ewan McGregor llevan cinco años cantando en mi cerebro.)
En teatro, me animó acudir a El Mikado (1986) de Dagoll Dagom, o a Chicago (1996) de Coco Comin. Desde entonces no había asistido a un musical en directo.
El domingo pasado, la bruja japonesa Katisha me convidó a su función en una ciudad a medio camino de la tierra de la niebla. Debí ejercer de Supermán para llegar a tiempo a la estación de trenes y montarme en el último convoy. A través de la ventanilla descubrí poblaciones desconocidas, con urbanizaciones recientes agarradas al paisaje y patos pavoneándose en los ríos. Era bucólico.
Llegué con una hora de adelanto, y recibí en el teatro el sobre con la invitación. Fila 10, butaca 6. El mejor sitio y de manera gratuita. Para gastar el tiempo, caminé por las calles magníficas adornadas de Navidad y con los comercios abiertos en jornada festiva. En una tienda, vi una bufanda naranja -como su cabello irlandés- y la robé para regalársela al terminar el espectáculo.
Me senté al lado de una chica que asistía a la sala en soledad como yo, y abrí unos ojos como dianas para disfrutar de Katisha, Yum-Yum, Nanki Poo, Ko-ko... de sus voces magníficas en el musical oriental creado hace 120 años. El nuevo El Mikado, de Dagoll Dagom, vale mucho la pena. Lo vi hace tiempo en otra versión, con otros intérpretes. Y lo he revisitado ahora que lo interpreta gente fresca, nueva, que va a dar que hablar próximamente. Explicaré en el futuro que regresé a Barcelona con ellos en el carromato de la compañía una noche de diciembre de 2006. Era el único occidental entra tantos japoneses en quimonos de colores.
Ahora camino como Ko-ko. Expando lateralmente las piernas a derecha e izquierda, de viaje a la compra del pan. Y adiestro al señor Gris para conseguir lo mismo, pero a cuatro patas. Los musicales mejoran el ánimo, como deberían afirmar todos los manuales de psicoanálisis.
Siempre la llamo mocosa porque es joven. Pero va a comerse el mundo. Al menos, lo intentará. Es una gran artista. Una Katisha genial.
Gràcies per tot plegat.
7 Comments:
Gràcies a tu!
Tinc ganes de veure el teu caminar de Ko-ko. Que m'acceptaràs un ball?
Caminaré com el Ko-ko, però això de ballar... Millor que et busquis un ànec directament.
Joansito xD
Feliz Navidaad!! para tiiiii y para el señor Gris!!
te echo de menos ;*
Me gustan mucho los musicales, aunque es curioso que apenas vuelva a ver las películas, pero sí continúe escuchando su música. Moulin Rouge ocupa un lugar preferente en mi casa, concretamente la entrada, y su banda sonora me acompaña desde que la escuché en 2001, muchísimo antes de que llegara a España. Me enamoré ipso facto de ese "Come what may" que no pudo competir al oscar por una norma absurda de la academia, del One day I´ll fly away, y de esos covers maravillosos, cuya culminación es el “Elephant love medley”, que me sé palabra por palabra. Pero ya antes era aficionada a los musicales. Tanto que el primer CD que me compré, carísimo, en 1992 con mi primer sueldo, y sin ni siquiera tener reproductor de CD, fue "Lo mejor de los musicales de la MGM". Un "must" para el que le gusten las melodías de Broadway. Mis favoritas son "Get happy", de Judy Garland, "Almost like being in love", de Gene Kelly, y "´S wonderful", de Georges Getary y Gene Kelly. Paseante, tienes que conseguirlo. En cuanto al teatro, he visto poco y no siempre he tenido suerte. El primero fue _Mar y cielo_, pero luego he topado con verdaderas castañas como las versiones españolas de _Los miserables_, _Chicago_, _El fantasma de la ópera_ o _We will rock you_, el peor show que he visto en mi vida. También he visto cosas buenas, como _Sweeney Todd_, excepcionalmente interpretado por Joan Crosas y Vicky Peña, y _Guys and dolls_ en el Nacional, con las complicaciones que trae ver un muscial en catalán cuando el catalán no es tu lengua materna (peor es ver Ricardo III, y más en el montaje “modenno” del Lliure). Pero no hay nada como los musicales en inglés, así que déjame que te recomiende un viaje a Londres o Nueva York, porque allí está el musical más divertido que yo haya visto nunca. Se llama Avenue Q, y me lo recomendó un veinteañero de Hospitalet. ¿Sabes qué? Coge el fin de semana del 23 al 26 de febrero, compra un billete a Londres, y compra entrada para ver el 24 “Avenue Q” y el 25 a Rufus Wainwright cantando el repertorio de Judy Garland. ¿Se te ocurre un plan mejor? Yo desde luego me lo estoy planteando.
Molt bones festes, Paseante, i molt bon any 2007!
Una abraçada!
Me'n vaig a la ciutat dels musicals: Nova Yooooork!
Molt bon any 2007 (i següents...) Em consta que passaràs el cap d'any amb fantàstica companyia ;-)
Bones festes a tothom i gràcies pels comentaris.
Bon viatge a NY Alatrencada. Torna eh!
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